Probablemente hayas oído la historia de Moisés, ¡o tal vez no! Moisés fue un hombre hebreo que nació hace miles de años en Egipto. En el tiempo de su nacimiento, había un decreto de parte de faraón para matar a todos los niños de los Hebreos. ¿Por qué? Bueno, los hebreos llevaban 400 años instalados en Egipto. No llegaron como esclavos sino que fueron bien recibidos por José, un descendiente de Abraham que llegó a ser la mano derecha de faraón. El libro del Génesis termina cuando los hebreos, es decir, los descendientes de Abraham llegaron a Egipto siendo una familia de tan solo 70 personas.
No obstante, el libro de Éxodo empieza con una declaración muy mala para los hebreos: «Entretanto, se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José» (Éxodo 1:8). En pocas palabras, los hebreos ya no eran acogidos gentilmente en Egipto, sino que fueron tratados como esclavos.
No obstante, el pueblo de Israel empezó a crecer muy rápido hasta ser un pueblo muy numeroso. Lo que llevó a faraón a tener miedo de que el pueblo se revelara contra él uniéndose a sus enemigos en la batalla. Por este motivo es que faraón decretó la muerte de todos los hijos varones de los Israelitas. Tenía miedo de ellos.
El decreto decía que los niños debían ser arrojados al río Nilo. Aquí empieza la paradoja. La madre de Moisés no podía ocultar más tiempo al niño, así que no le quedó más remedio que hacer un pequeño canasto y dejar a su hijo a su suerte en la rivera del Nilo. Pero fue precisamente ahí donde la hija de faraón encontró al niño y tuvo compasión de él. Así que lo amadrinó.
¿Vas la paradoja? El Nilo en aquél entonces era el lugar de la muerte de los niños y en la providencia de Dios, se convirtió en el lugar de salvación para Moisés. Del mismo modo, en tiempos de Jesús la cruz romana era el lugar de la muerte para los malhechores, sin embargo es el lugar que Dios escogió para traernos salvación.
Te invitamos a escuchar el audio completo.
Bendiciones,
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